Maya
Soy lo que tus sentidos perciben pero esto no quiere decir que exista... soy diferente para cada persona pero sólo una esencia. soy un simple comodín en un mazo de cartas. Tan único como cualquiera

29 diciembre 2007
Ocurrió en los primeros días de Noviembre, en la ciudad de Oaxaca de Juárez. No puedo quejarme a pesar de todo en este lugar siempre tengo alguna historia.

Pero sí tengo que admitir que nunca pensé que tal evento fuera a ocurrir. No sé si sería el destino, una enorme coincidencia, o tal vez suerte. No lo sé, aunque no creo mucho en ninguno de los tres.

A principios de Noviembre fui a Oaxaca, para visitar a mi prima y a mi papá. Se juntaron varias cosas en esa visita, la celebración de Día de Muertos, los concursos de ofrendas y la feria del libro.

El último día que estuve ahí, horas antes de partir, mi papá y yo fuimos a la feria del libro, que en está ocasión era en honor a Julio Sherer García (periodista y fundador del periódico Excelsior y la revista proceso).

Comenzamos el recorrido por los estantes, esperando que algún libro se me pegara. Tomé entre mis manos “El Perfume” cuando alguien a tras de mi decía que Julio Sherer estaba recorriendo los estantes.

Corrí a donde mi papá se encontraba y entre risas le comenté “Juls, mi buen amigo anda por acá si lo vemos lo saludamos”.
Mi papá se limitó a sonreírme pícaramente como quien trata de entender las locuras de un demente. “No lo dudo”, fue lo único que dijo.

Continuamos con nuestro recorrido, nos paramos en cada puesto de libros para ver que nos ofrecían. Pero yo quería ver a Sherer.
En el camino me hice de un programa con eventos de la feria del libro. Al hojearlo me lamente al ver que Julio había dado horas antes una platica gratuita en uno de los foros de Oaxaca.

Sin embargo me lamente más cuando vi que Carlos Monsivais ofrecería una conferencia sobre Periodismo al día siguiente.

Era una pena que no tuviera más días para poder asistir a una de las platicas de Calos Monsivais. Opte por dejar las cosas así, ya me había resignado que no vería ni a Julio Sherer ni estaría en la charla de Monsivais.

Un poco cansados por la caminata mi padre y yo fuimos a una jardinera a descansar unos momentos, para tomar aire y energía para continuar porque faltaba mucho para terminar de ver la feria.

Estábamos platicando, cuando Don Juan Tenorio se nos acercó para entregarnos un volante promocional de la obra de teatro. Tras él venían una catrina, un esqueleto y un arlequín bailando en zancos, acompañados por una comparsa de músicos.

Al terminar el espectáculo, mi papá me preguntó qué como le harían para bajarse de los zancos. Le dije que no sabía. El me retó a preguntarle a cualquiera de ellos la metodología para quitárselos.

Como buena periodista que soy así lo hice. Corrí hasta la Muerte y le pregunté. Ella me explicó que se sientan en algún lugar alto y así los desamarran, después alguien los ayuda a bajar.

Me confió también que ella se había caído varias veces y en una ocasión se fracturó el brazo.
Al terminar está mini entrevista regresé con mi papá. Él se sentía como pavo real al ver lo desinhibida que es su hija, pero el orgullo le duró muy poco.

Continuamos viendo lo libros. En eso un señor ya mayor acompañado de un niño como de 7 años estuvieron a punto de atropellar (caminando) a una joven que empujaba una carriola.

La chica más prudente se detuvo, pero el señor le dio el paso. Sin embargo el chico comenzó a avanzar y de nueva cuenta iba a tropezar con la joven y la bebé.

El señor tomó del hombro al niño y le cedió el paso nuevamente mientras le dijo a la chica “disculpe”.

Honestamente me molestó el comportamiento del señor al no fijarse y por no respetar a la joven y a su bebé. Confieso que iba a empezar a reclamarle al señor y porque no “echarle bronca”, pero algo me dijo que no lo hiciera.

Después de medio segundo de reacción, mi papá me dijo un poco incrédulo “ese es Monsivais”. No le creí, argumente que si se parecía pero que no era él.

Él insistió y en efecto tenía razón, si era Carlos Monsivais. El escritor iba acompañado por un sequito de personas que buscaban tener un autógrafo (aunque el libro no haya sido de su autoría).

Vi la cámara en mi mano y pensé en tomarme una foto con él. Los nervios me traicionaron y la seguridad que había mostrado minutos antes desapareció en una fracción de segundo.

Monsivais se fue alejando de mi. La pena me invadió. Fui tras él pero estando lo suficientemente cerca me daba media vuelta y buscaba refugio en mi papá. Intenté varias veces acercarme al Maestro Monsivais pero no lo conseguí. Regresaba con una sonrisa nerviosa y colorada.

Mi papá estaba atónito, no creía que la periodista que antes había ido con unos bailarines a preguntar un par de cosas ahora no pudiera acercarse a Monsivais y tomarse una foto, cuando debería hacer eso y hasta hacerle una entrevista.

A manera de justificación diré que no es lo mismo acercarse a unos bailarines locales, por muy buenos que sean, a acercarse a Monsivais uno de los mejores periodistas y escritores de México.

Mi papá ya desesperado, tomó la cámara, se dirigió al escritor y sin pena me dijo “yo se la pediré”. Seguimos a Monsivais como asechándolo. El periodista se detuvo en un estante de libros de leyes.

Una mujer que lo acompañaba se acercó a nosotros e interviniendo explicó que el Maestro estaba un poco molesto porque no lo dejan ver los libros en paz.

Me desilusiones un poco pero a la vez me sentí aliviada al no tener que enfrentarme a aquel personaje de dimensiones colosales que me hacían sentir tan sólo un intento de escritor.

También sentía mucha vergüenza. El sol recorría mi cuerpo y mi corazón latía tan rápido y tan fuere que seguramente se podía escuchar hasta Puebla. Las manos me sudaban tanto que podía llenar un vaso.

“Maestro Monsivais me permite una foto con mi hija”, le pidió mi papá. Yo estaba escondida tras él. Me vi como cuando a la hija fea de un rico le van a presentar al futuro esposo.

Monsivais nos miró de pies a cabeza, pero su mirada se detuvo en la gorra de mi papá, qué en el centro tenía una estrella roja. También miró mi boina con una estrella dorada, al estilo del Che.

El maestro aceptó gentilmente, estrechó la mano de mi papá. Mordiendo el reboso le dije a Monsivais: “Yo también soy o seré periodista y futura escritora.

Él no dijo nada, sólo sonrió. Se acercó a mi, nos pusimos en pose, me tomó de la cintura y sonreímos en espera del flash de la cámara. Mi padre y yo nos despedimos con un “muchas gracias maestro”. Cada quien tomó su camino.

Dice mi hermano que es admirable que así como hay personas que siguen a “artistas” como RBD hay personas como yo que le causa felicidad tomarse una foto con un escritor.

Sólo no quiero imaginar que suceda sí me encuentro a Silvio Rodríguez quizá quede helada.

Tal vez para Carlos Monsivaisólo fue una foto más y un encuentro sin importancia. Pero para mi fue un momento de éxtasis, como cuando alguien se toma una foto con su artista favorito.


Posted by Maya at 11:43 a.m. |

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