Maya
Soy lo que tus sentidos perciben pero esto no quiere decir que exista... soy diferente para cada persona pero sólo una esencia. soy un simple comodín en un mazo de cartas. Tan único como cualquiera

27 diciembre 2007
Con el reflejo de sus setenta y un años en la mirada, camina Don Ignacio Flores, mejor conocido por los locatarios del mercado municipal, “Cozme del Razo”, en San Pedro Cholula como “Don Nachito”. Con andar cansino visita los puestos en busca de algún amante del café puro que quiera degustar su aromático producto. 

Don Nachito ha encontrado en este lugar la clientela adecuada para su producto debido a que las personas empiezan su jornada de trabajo casi al amanecer y requiere del efecto estimulante de un buen café para despertarse y entrar de lleno a sus labores, costumbre que han arraigado desde su infancia.

Esta situación lo obliga, al despuntar el alba, a salir de su lugar de origen en Tlapacoyan, enclavado en los límites de la Sierra Negra y la Sierra Veracruzana en dónde tiene su pequeña parcela, o su tierrita como la llama Don Nacho, la misma que su padre trabajo cuando él era niño.

Él sale de su casa todos los sábados a las cuatro de la mañana, con su sombrero de palma, una chamarra color azul marino ya un poco desteñida, pantalones color gris, sus guaraches de cuero y bajo el brazo su morral, en dónde guarda unas cincuenta bolsas de café en grano, de aproximadamente cien gramos, trae también envoltorios de amaranto de mismo peso por si logra venderlos.

Don Nacho se hace cuatro horas de viaje más o menos, toma un austero camión que le cobra ochenta pesos y lo lleva a la centrar de autobuses en puebla. De ahí toma otro que lo lleva a Cholula. Ya en San Pedro camina despacio por las calles ofreciendo su café, en ocasiones encuentra extranjeros que le compran una bolsita a veinticinco pesos, ahí comienza su día de venta.

Camina hasta el mercado, y promociona su producto las mujeres se acercan y le regatean, cuenta Don Ignacio que la bolsita la vende a veinticinco pesos pero hay personas que se lo quieren comprar a quince porque se les hace caro, “no es justo” comenta, pero no hay mucho que hacer y para no perder lo vende a veinte pesos, “es mejor vender aunque sea barato a regresarse con mercancía”, se justifica mientras se seca el sudor de la frente.

Por otro lado, dentro del mercado ya cuanta con su clientela frecuente quien lo espera para comprar un par de bolsitas de café, como Doña Miriam quien lo espera todos los fines de semana ya que el sabor del café de grano le gusta más que el soluble, además Don Nacho y ella son de la misma región por tanto se ayudan, hay veces que hacen un trueque, él le deja un par de bolsas de su producto y Doña Miriam le da un queso o lo proporcional.

Después de recorrer todos los pasillos del mercado, Don Nachito se va por todo el tianguis a paso lento, a ratos se detiene a descansar o si el hambre apremia se come su almuerzo, el que le prepara su mujer antes de que salga de su hogar, el cual varia según su economía, esta ocasión fue un taco de arroz con un huevo duro. Mientras lo come destapa un refresco de cola, no puede sustraerse a la globalización, la misma que lentamente lo extingue y aleja a sus compradores. Él como la mayoría sucumbe a las empresas transnacionales como sus competidoras.

Al acabar su comida reanuda su trabajo y ofrece su café a las personas, las invita a oler aquel grano no consigue comprador y se siguen de largo. Don Nacho se queja “ya muy pocos compran café en grano”, le echa la culpa al café soluble porque que “es más fácil de hacer”, por eso ya no hay muchos que vendan café como él.

La venta no es sencilla y muchas veces no es tan buena, cuanta el señor, ya que cuando no termina de vender sus bolsas de café decide invertir un día más para llevar lo menos posible de mercancía de regreso y más dinero, entonces no le queda más que regresar a la central de autobuses y pasar la noche ahí, en alguna de las bancas. Lo prefiere así y tener la oportunidad de vender su café a los viajeros, algunos se lo compran para llevarlo de regalo de última hora. 

A su edad es difícil la jornada tal larga que realiza, por eso en excepcionales ocasiones se ha hecho acompañar de su nieto menor. Mas es complicado llevar a su nieto de 12 años al trabajo porque representa un gasto más, que no es tan fácil solventar.

“El café ya no deja” dice Don Nacho cabizbajo, mientras recoge su morral, que aun tiene más de la mitad e bolsas de café, lo echa al hombro para seguir buscando quien le compre una bolsa de café. 



Posted by Maya at 8:11 p.m. |

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