Mírenla, que desagradable persona. Mientras yo trato de concentrarme en mis pensamientos, ella me observa, ojalá sólo fuera eso, mas no se conforma, tiene que irrumpir en mi serenidad con infinidad de preguntas y a mi que sólo me nace una, ¿Por qué se ha fijado en mi?, sí en este lugar hay alrededor de 40 personas, seguramente con vidas más interesantes que la mía. Y está desesperante mujer tuvo que fijarse en mi.
Es... es... grotesca y su fealdad me perturba, yo por lo general no me expreso así de las mujeres, porque mi calidad de caballero y mi estricto código ético me lo prohíbe, sin embargo no me importa lo que ustedes puedan pensar, está mujer me asquea. Su cabello negro enredado y lleno de cebo me incomoda, semeja un nido de pajararos.
Pero de todo lo que más me estresa es su voz, es de lo más repulsivo, tiene un maldito tono dulzón que harta, de oírla quizá pueda darme diabetes. Y a pesar de todos esto estoy seguro que lo que más me desquicia son sus preguntas, y yo vuelvo a la única que se me ocurre ¿por qué de entre 40 personas, le ha nacido en interés en mi, si soy tan común como cualquier simple mortal?, asombrosamente me ha surgido otra, que nos dista mucho de la anterior, ¿qué ve en mi?, porque me acosa con tantas preguntas, quisiera que se callara.
Y aún no encuentro respuesta a mis preguntas y brota otra ¿por qué tiene esa manía de preguntar cosas que no le interesan? No sé que es lo que mas me inquietan si la mujer o sus quisquillosas preguntas, su forma de hacerlas, la forma en que me mira como juzgándome, esperando que cometa algún error, descubrirme en alguna falta, me mira a veces como si yo hubiera hurtado algo.
No soporto sus ojos café, tan raros, que escudriñan completo mi ser, O no sé si lo que más me fastidia es que no pueda dar respuesta a todas sus preguntas. Quisiera que muriera lente y dolorosamente, muy pero muy cruelmente, que sienta como yo me siento ahora. De verdad que nunca le he deseado mal a alguien, pero hoy es la excepción porque es ella o yo. Y la elección es obvia.
Quisiera tener un cuchillo ahora y cortarle el cuello y tal vez así deje ya de preguntar. Sus preguntas son tan sencillas que no representan gran problema contestarlas por citar una ¿qué te gusta hacer?, pero a pesar de sus sencillez tengo que pensar clara y detenidamente lo que voy a contestar, para evitar que indague más o me juzgue de alguna manera errónea, cabe señalar que si le contesto es por gentileza porque ante todo soy un caballero.
No obstante hace otras que van más allá, cuestionamientos científicos, porque me pregunta el tamaño exacto del universo acaso alguien ya lo sabe, ¿a caso yo soy físico, matemático, astrónomo o astronauta?, ¿Por qué me cuestiona sobre la religión?, ¿qué acaso yo sé si realmente Jesús fue hijo de Dios? Una cosa es lo que yo pueda pensar al respecto, pero otra es tener la certeza, la verdad absoluta sobre eso, pero no se conforma con mi opinión quiere saber exactamente, y eso yo no lo tolero. Sus preguntas se sumen una ambigüedad.
Pero no hay preguntas que deteste más que las que tengan que ver conmigo, mi privacidad, mí ser. Y es cuando empieza con estas preguntas cuando más intolerante me vuelvo y la mujer me resulta, por asombrosos que parezca, más repugnante. ¿Para qué quiere saber quién soy? Si yo mismo no logro comprenderlo, ¿si las voces en mi cabeza me dicen que soy fundamental para la vida humana, si me dicen que poseo un gran secreto y que todos me quieren hacer daño, que necesito huir porque nadie logra comprenderme, que soy aquello que mantiene la realidad?
Entonces ¿cómo pretende que lo sepa si tengo tanto en mi cabeza que no hay lugar ni siquiera para mi nombre? Quisiera que esta mujer ya dejara de existir. Que se callara, que se fuera, que me dejara en paz, desterrarla del mundo de las ideas, mandar tan lejos que pueda olvidar su horroroso rostro, deseo poder quitarle la inmortalidad y sacarla de mi mente, a donde jamás le debí permitirle la entrada. Tal vez de esa manera deje de estar dentro de este cuarto de acolchadas paredes blancas, y me liberen de estas amarras que detienen mis manos y no me dejan huir.